Cada año, en un pueblo situado a escaso quilómetros de la ciudad de Porto (Portugal) llamado Sobrado, perteneciente al municipio de Valongo, se celebra el día de San Joao. Se trata de una fiesta de increíbles dimensiones que promulga y rememora la lucha que mantuvieron los cristianos del lugar (representados por los “Bugios”) contra los moros (os “Mourisqueiros”); una disputa por recuperar la imagen robada y supuestamente milagrosa de San Joao. Esta fiesta recibe el nombre de “A Bugiada”.
La narrativa que evoca este acto festivo va corriendo de boca en boca y de generación en generación, ya que no hay documentos escritos al respecto. Los Bugios (que se cuentan por centenas dada la alta participación) van todos enmascarados y vestidos con llamativas prendas, y adornados con sombreros al puro estilo “mosquetero” y repletos de cintas de colores, además no falta en el atuendo las castañuelas, rabos de zorro, cascabeles, medias de colores, etc. Estos Bugios, tras una contienda son inicialmente vencidos por sus adversarios los Mourisqueiros, que aunque en mucho menor número se trata de jóvenes aplomados, representados por los hombres solteros del lugar; éstos no llevan máscara y lucen unas barretinas multicolor en la cabeza, llenas de espejos y portando espadas aparecen desfilando a un ritmo marcial y verdaderamente agotador. Os Mourisqueiros acaban venciendo en la contienda ya que recurren a la ayuda de una enorme y tenebrosa serpiente (Serpe).
Entre los diferentes desfiles y contiendas de estos grupos protagonistas tienen lugar diversos “rituales” y representaciones a lo largo del pueblo: la labranza en la plaza, la danza del zapatero y sus disputas por una dama, y otros sketches de crítica social, todos y cada uno de ellos cargados de una llamativa singularidad.
En una tierra que vivió antes de la agricultura, pero que ya se ha industrializado, esta festividad muestra cada año un mayor vigor y capacidad de convocatoria, no dando señales de desmoronarse a corto plazo. En los últimos años sobrepasa el millar el número de “actores” directos e indirectos que participan, y la comunidad local ha logrado evitar la “domesticación” de un acontecimiento cíclico marcado por el lado subversivo, lúdico, religioso y “excesivo” en todo su contexto.
No dudaría en recomendar a cualquiera la experiencia de vivir en primera persona esta fiesta, al menos una vez, ya que ofrece una desmesurada mezcla de originalidad, colorido, descontrol, creencias, diversión, religiosidad, etc., y todo ello concentrado en un largo e intenso día que resulta agotador si pretendes no perderte ni un detalle de todo lo que allí acontece.
Tradición portuguesa en estado puro.
Y como es seguro que viendo estas imágenes te has quedado con ganas de ver más sobre esta singular fiesta, mira el video.